Introducción
¿Alguna vez te has preguntado por qué te cuesta tanto adquirir un hábito saludable que sabes que te conviene?
Te has propuesto levantarte una hora antes porque sabes que eso te va a ayudar a poder hacer deporte, leer, meditar, etc. Suena el despertador, tus párpados pesan una tonelada y algún desalmado ha puesto durante la noche un imán debajo de la cama que hace que tu cuerpo se quede pegado al colchón, y en ese momento, si tuvieras una pistola debajo de la almohada, le pegarías un tiro al despertador.
¿Solo me ha pasado a mí?
Bueno, te confieso que aún me sigue pasando algunas veces, aunque también he conseguido algunas victorias que cada vez son mayores.
El cambio: un ANDA inesperado
¿Y qué cambié para conseguirlo? Bueno, supongo que no fue premeditado, fue un ANDA. La verdad, no recuerdo exactamente cómo llegué a ello, pero voy a tratar de explicarlo lo mejor posible.
Un día pensé que un hábito es una respuesta a un estímulo. Y un estímulo es una manifestación de energía. En realidad, TODO ES ENERGÍA: los pensamientos, las acciones, las intenciones, las emociones… y pensé: pues un hábito también es energía.
Ahora, es sabido que donde pones tu atención y tu intención, crece. Y a lo que apartas tu energía, perece, como lo haría una planta sin nutrientes. Y por eso cuesta tanto quitar un hábito: nos centramos en eso y crece. Lejos de dejar de fumar, acabamos fumando hasta las cortinas. Pues a lo que te resistes, persiste.
Y seguí dándole al coco. ¿No sería que, como la energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma, esa podía ser la clave?
Me llegó a la mente la imagen del luchador de shiatsu que aprovecha la fuerza del oponente para derribarlo sin esfuerzo. ¿Qué fácil, verdad? Y una porra.
Teoría vs realidad
La teoría estaba muy bien, pero seguía quedándome frito como un chicharro en la cama. Así que seguí escarbando.
Y un día caí en la cuenta: estaba acelerando sin quitar el freno de mano. ¿A qué me refiero con esto? A que había algo que se me había pasado, o mejor dicho, alguien.
Sí, alguien: mi mente. Mi mente, que como la tuya, está programada para protegerme de lo desconocido, porque supone una amenaza, un potencial peligro, un potencial dolor. ¿Y sabes qué respuestas básicas activa la mente ante un peligro?
Respuestas de la mente ante el peligro
- Huir
- Pelear
- Hacerse el muerto (vamos, quedarse paralizado)
Aceptemos que la mente lo controla todo, incluso tu cuerpo. ¿No? Prueba a pensar en un limón: estarás segregando jugos en tu boca al poco tiempo.
Y entonces, ¿cómo podemos evitar esto? ¿Cuál es la solución?
El método de cocer una rana
¿A qué me refiero con esto?
Si tú arrojas a una rana al agua hirviendo, pegará un salto olímpico hasta la estratosfera. Ahora, prueba a ponerla en una cacerola con agua tibia y poco a poco ve incrementando la temperatura de forma gradual.
Al principio, la rana se relajará porque está agustito. Después, le entrará un sopor que lo flipas… y acabará quedándose frita. Al poco tiempo tendrás una rana cocida.
Cómo aplicarlo a la mente
Tenemos que hacer la transformación del hábito de forma gradual, de puntillas, a fuego lento, sin que a la mente le suponga una amenaza que despierte la alarma y active los mecanismos de respuesta que ya conocemos (y que no nos convienen).
Ejemplo: salir a correr
- Saca las zapatillas de la caja y déjalas en la cama. No hagas más.
- Ponte las zapatillas y prepara el desayuno. Quítatelas y ponte zapatos para ir al trabajo.
- Sal de casa con las zapatillas y tira la basura. Vuelve a casa y cámbiate.
- Camina dando una vuelta al bloque.
- Da una vuelta a la manzana.
Sí, ya sé que suena ridículo y que parece una pérdida de tiempo. Pero es un tiempo muy bien invertido. De no hacer eso, pueden pasar semanas, meses y años de postergar. La mente tiene una habilidad infinita para justificarlo de mil maneras: está lloviendo, me duele un pie, no tengo tiempo, tengo que hacer esto otro… y un infinito etc.
El adquirir hábitos como energía
Y aún queda lo mejor: un hábito es una energía en forma de frecuencia con una cierta fuerza que depende de la carga emocional y del tiempo que lleva creada.
Es verdad que, para cambiar esa frecuencia, necesitamos aplicar otra energía que la contrarreste lo suficientemente fuerte y durante suficiente tiempo, dependiendo de la naturaleza del hábito.
Analogía con una embarcación
Al igual que una embarcación que sale de una playa requiere una fuerza para vencer la corriente que tiende a devolverla a la orilla… cuando se rompe una barrera, el mar la engulle cada vez más. Así ocurre con la transformación de un hábito.
¿Por qué ocurre esto?
Porque pasado un tiempo cosechamos los beneficios de ese cambio, y entonces la mente lo aprueba. Le hemos demostrado que no hay dolor, o que el beneficio compensa el dolor. Si cambias un dulce por una manzana, pasado un tiempo, te costaría dejar de comer la manzana y comer un dulce, porque tu mente reconoce que el dulce provoca dolor.
Recapitulando
- Todo es energía
- Donde ponemos nuestra energía, crece
- Un hábito es una forma de enfocar nuestra energía
- Como la energía no se crea ni se destruye, la mejor forma de suprimir o adquirir un hábito es tomar uno que ya está creado y transformarlo
- Como todo cambio supone para nuestra mente salir de la zona de comodidad (con el potencial peligro o dolor que eso supone), la mejor forma de hacer ese cambio es de forma progresiva, a fuego lento:
- Que peleemos
- Que huyamos
- Que nos quedemos paralizados
Conclusión
Nos llevará solo un tiempo de esfuerzo constante y consciente. Pasado un tiempo, nuestra mente lo aceptará, lo aprobará y lo pondrá en automático.
¿A que después de leer esto te están entrando ganas de ponerlo en práctica?
No empieces con todos a la vez. Haz una lista y elige el más “fácil” o “deseable” y… al ataque.
Tú puedes. A por ello, y nos vemos en tu éxito.
Y esto me lleva a pensar… que un miedo no es más que un hábito emocional negativo. Pero… esto es cuestión para otro artículo.